Por Atilio Diorio

Cuando desde José C. Paz, mi familia se radicó en Mercedes, tuvimos varios domicilios. Uno de ellos, siendo yo de unos 19 ó 20 años, se ubicaba a media cuadra de la residencia del distinguido poeta Ismael Marcelo Siri. Este muy educado vecino ejercía el magisterio en la escuela núm. 7 a la vez que cursaba la carrera de abogacía en la Universidad platense.  Después de jubilarse en la docencia, don Ismael accedió al cargo de Secretario Administrativo del Colegio de Abogados del Departamento Judicial Mercedes.  Va de suyo que manteníamos  fluido diálogo. En uno de ellos, me comunicó -al saber que yo era telegrafista- que precisamente Raymundo Salvat, ilustre  jurista -en uno de cuyos libros de los que escribiera y con su contenido preparaba el examen para rendir una materia universitaria-  también había sido telegrafista. Ignoraba en que dependencia estadual (Correos, Telégrafo Provincia Bs. As., o ferrocarril). 

Con el tiempo, al ingresar el suscripto a las aulas universitarias que fundara Joaquín V. González, tomó conocimiento de Salvat.  Pero, hace pocos años, accedí al saber de en donde  telegrafiaba Salvat. Gran alegría tuve,ya que era en la propia repartición  donde transcurrieran  22 años de mi existencia: el Telégrafo de la Provincia de Bs As. Salvat lo concretó en la localidad de Salto

No cabe sino añadir que me satisface plenamente esa coincidencia de ocupación del  maestro Salvat y la mía, que se actuaban simultáneamente con los estudios jurídicos.   Demasía  es consignar que todas las proporciones guardadas tocante a la capacidad intelectual  de quienes con la telegrafía costeamos los  estudios superiores. 

Estimé de toda utilidad traer al ruedo esta circunstancia, en justiciero recuerdo al ingente esfuerzo que el egregio civilista conformara en su estupenda formación intelectiva.


Fuente: Atilio Diorio